La llama, mi mejor enemiga, me tenía de nuevo atrapada, si es que alguna vez me liberó; y con la llama luciendo con fuerza, llegó la nochevieja.
Toda la historia con Samo se había enfriado tras aquella conversación en mi portal. Intentamos ser amigos sin ese roce que acabó metiéndome en el berenjenal, pero era difícil volver a la 'normalidad'. Tenía la impresión, o quizá la extraña sensación, de que no habíamos acabado.