Durante mi adolescencia, en mis diarios, se repetía una súplica al universo; encontrar a esa persona que le diera sentido a mi vida, como si por arte de magia otra persona pudiera otorgarme lo que yo misma no encontraba.
Me pasé varios años desvinculándome de esa necesidad de búsqueda del príncipe azul, y costó sacarme de la cabeza y de cada poro de mi independiente culo que lo necesitaba para ser feliz, como única pieza viable en el puzzle de la vida.