Hace unos días llegué a casa con el cuello un poco amoratado y dolorido y, para qué negarlo, con bastante incredulidad, un calentón importante y las bragas húmedas.
Pero empecemos por el principio, como se cuentan mejor los recuerdos. Para ello, habrá que remontarse más de un año atrás, cuando hablamos por primera vez.
Aunque antes, dos cosas: primero, él ha elegido su pseudónimo, podría haber elegido cualquier cosa y bueno, lo ha hecho...; segundo, ha leído esto, así que perdóname si he autocensuro un poco mi cerebro, hay cosas que a veces están mejor en el silencio. Y ahora sí, nos vamos un año atrás...