Esta es una historia de libertad, de miedo adquirido, de corazón roto, de viaje al pasado e ideas de futuro que desaparecieron a 50 km/h.
Hace unos 8 años tenía cuenta en Tuenti -ya, lo sé...- y me llegó un largo mensaje privado bastante prometedor de un chico. El mensaje no era una declaración de amor, ni halagos soltados a metralleta, ni ninguna frase ingeniosa con el propósito de ligar. Simplemente hacía alusión a varias de mis aficiones, y comentaba algunas de las que teníamos en común, como las manualidades -de las artísticas, no de las otras, mente sucia-. Decidí contestarle y con ello comenzó una temporada de charlas distendidas, de pequeñas píldoras formativas sobre su técnica con el cuero, de tonteo, de risas... Hasta que llegó lo inevitable, la propuesta de conocernos en persona, nada más allá de ponernos cara y compartir unas cañas.
Quedamos al salir de trabajar, tomamos unas cañas cerca de mi trabajo, luego otras cerca de su barrio, y luego sus labios acabaron contra los míos. Cosas que pasan, ya sabes...