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20 de enero de 2015

En mitad de la noche... Alex

gesto erótico con las manos

Me desperté acalorada, sobresaltada. Un sueño había entrado en mi mente, una necesidad que debía ser cubierta cuanto antes. Cogí el móvil y llamé a Alex, un buen amigo. Un atractivo hombre de bonitos ojos verdes, brazos fuertes, y un cuerpo lleno de pasión. Al otro lado del teléfono se oyó una voz entrecortada y adormilada. Era evidente que acababa de despertarle.

- ¿Si?- dijo una voz dulce. 

- Hola, soy Gwen, siento molestarte, pero tenía que llamarte. 

- ¿Pasa algo o solo quieres que nos veamos? -intuyó con un tono pícaro. 

- ¿Te viene bien en media hora en mi casa? 

- Tardo 15 minutos…

Colgó. No hicieron falta más explicaciones. Tenía poco tiempo para arreglar el piso y prepararme, ya que lo que Alex prometía, cumplía; esa es una de las cosas que más me gustan de él. Me di una ducha rápida, me había despertado empapada en sudor tras el sueño que acababa de tener, y quería estar fresca para él. Me peiné y me vestí con un conjunto de sujetador y culotte color negro, el kimono sexy y los tacones de puta. Según me calzaba el segundo zapato llamaron a la puerta con los nudillos, flojito, para no despertar la curiosidad de los vecinos. 

Cuando abrí la puerta ahí estaba él, con unos vaqueros deshilachados y una camiseta sin mangas que dejaba ver sus fuertes brazos. Sin mediar palabra se lanzó a mis labios, mientras con un brazo cerraba la puerta. Su boca experta sabía cómo moverse en la mía, jugaba con su lengua, lamía y succionaba mis labios. Con sus manos rodeaba mi cintura y acariciaba mi culo. Yo le besaba el cuello, dando pequeños mordisquitos, le susurraba al oído lo mucho que me ponía, que a estas alturas ya era mucho.

Me cogió por la cintura y me pegó bruscamente contra la pared, me subió y alineó mi pelvis con la suya. Ya era notable la rigidez del pene de Alex, ese duro pedazo de anatomía que tanto placer me había dado en ocasiones anteriores. Besó mis labios y siguió hacia el cuello. Poco a poco bajaba hacia mis pezones ya erectos y los mordisqueaba por encima del sujetador. Mi ritmo cardíaco se aceleraba por momentos, ya estaba preparada para que me lo diera todo. Volvió a besarme y me llevó hasta mi cuarto, me tumbó sobre la cama con delicadeza y me observó por un instante mientras mostraba esa sonrisa pícara que tiene. Tiró del lazo del kimono y lo abrió. Mi vello erizado, mis pezones duros y mi vagina húmeda. 

Me lamió desde el cuello hasta los pechos, donde se entretuvo un rato jugando con mis pezones. Siguió bajando por mi excitado cuerpo hasta llegar al culotte, el cual acarició con el fin de cerciorarse de cuál era mi grado de excitación, bastante alto para el poco tiempo que llevaba Alex jugando con mi cuerpo. Agarró la goma del culotte y lo deslizó hasta el suelo. Acariciaba mis muslos con sus manos, y con su boca buscaba mi clítoris. Lo besaba y lamía mientras con su dedo índice preparaba la entrada de mi vagina para lo que vendría después. Con gran maestría movía su lengua en mi clítoris y su dedo en mi interior. Mis gemidos fueron en aumento, la respiración cada vez se entrecortaba más, pequeños sonidos de placer salían de mi boca. 

De introducir sólo su dedo índice, pasó a meter todos los dedos de golpe, mi cuerpo se estremeció de repente. Me retorcía de placer, arqueando la espalda y apretando el culo contra el colchón para sentirle más dentro de mí. Aceleraba el ritmo de penetración, me lamía cada vez más rápido y de manera más intensa, mientras con la mano que le sobraba acariciaba mis pechos. Mi gemidos pasaron a pequeños alaridos de placer, con las manos retorcía las sábanas fuertemente, no podía esperar más… Un orgasmo de características épicas se apoderó de mí, un gran escalofrío recorrió mi cuerpo de arriba a bajo, provocando sensaciones que sólo Alex sabía desencadenar.

Me incorporé y le bese como agradecimiento. Le agarré el culo y le tiré a la cama. Me monté sobre él y jugué con mi lengua sobre su pecho, bajando despacio hasta llegar a esos vaqueros que tanto me gustaban. Los desabroché con cuidado, tiré de ellos y descubrí, como otras tantas veces, que era lo único que llevaba. No le gustaba perder el tiempo...

Pasé mis dedos sobre su duro pene, provocando un estremecimiento que me pedía más. Bajé mi boca hasta su pelvis, introduciendo cada centímetro en mi boca, lo apretaba con la lengua y acariciaba con mis dientes, eso le volvía loco. Lo metía y sacaba de mi boca aumentando el ritmo poco a poco, mientras con mi mano acariciaba sus testículos. Su cuerpo se retorcía, gemía, apretaba mis pechos entre sus manos. Mi lengua intensificaba su tarea lamiendo más rápidamente su glande, introduciendo la puntita en la apertura de la uretra. Me tomó de las caderas y me subió, colocando con gran pericia mi vagina sobre su pene. 

Mmmm, primera embestida, suave y delicada, las que la siguieron eran mejores, mi cadera se movía en círculos mientras Alex me penetraba con fuerza, mis pechos bailaban de arriba a bajo, sus testículos golpeaban mi perineo, haciendo que disfrutara más cada embestida. Nuestras respiraciones se compaginaron en una melodía erótica, gemidos salían de nuestras bocas, nuestras manos rozaban nuestros cuerpos, acariciando cada centímetro. 

pareja dada de la mano

De entre los suspiros surgió un beso, casi lascivo. Bailábamos en la cama, me poseía como sólo él sabe hacerlo, me agarró de la cintura y guiaba mi cuerpo con sus manos. El agotamiento era evidente, pero no podíamos parar. Me dio la vuelta y se situó encima mío para poder llegar más al fondo, me levantó las piernas y las colocó sobre sus hombros. Con la punta del glande acarició mi clítoris de nuevo, se separó un segundo y volvió al ataque clavándome el pene hasta el fondo.

Sentía como, con su energía, me llenaba completamente. Su pelvis intensificó los movimientos, cada vez más rápido, se notaba que estaba a punto de estallar, y yo también. El placer se respiraba en el ambiente, cualquier ruido de fondo era ensordecido por los gritos que salían de nuestras bocas. Apreté de nuevo el culo contra el colchón y Alex se juntó más a mí. Sus manos se resbalaban del cansancio, las mías le animaban ayudándole a mover el culo hacia mí. 

Un silencio llenó la habitación, para ser transformado en milésimas de segundo por dos alaridos de placer que se convirtieron en uno. El orgasmo nos alcanzó de pronto, recorrió nuestros cuerpos intensificándose en nuestros genitales, y disipándose a cada rincón. Levanté la pelvis para sentir las últimas energías de Alex surgiendo de su interior. 

Caímos el uno al lado del otro, exhaustos, con la respiración todavía entrecortada, y con un largo beso pusimos fin a la oleada de placer. Dí media vuelta y me acomodé.

- Buenas noches - dije mientras me tapaba con la sábanas.

- Hasta la próxima - contestó él, cerrando la puerta tras de sí y dejándome relajada y satisfecha una vez más.

2 comentarios:

  1. ¡Caray, tu Àlex es como un cerrajero de urgencias! ¿No se molestaba por tus desplantes de "bella durmiente" después de hacer uso de su virilidad? Mmmm... Tengo pendiente un relato que te "satisfaga" bien...

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    1. Las ventajas de imaginar es que nadie se molesta si no lo imaginas así XD

      Estaré atenta a ese relato ;)

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