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29 de noviembre de 2017

De unicornios, amor propio y fotografía


Hace unas semanas recibí un mensaje en el grupo de WhatsApp de Unicornios -sí, se llama así- de una de las integrantes pidiendo acceso a nuestros armarios -el de la segunda unicornia y el mío- en busca de algo sexy para varias cenas que tenía. Nada fuera de lo normal a primera impresión, pues en ese grupo se habla de ropa, de relaciones, de nuestros males, viajes y deseos... Lo que viene siendo un grupo trío de amigas que se cuentan las cosas y se mantienen cercanas a pesar de la distancia y las complicadas agendas.


El caso, que lo anterior no sirve más que para ponerte en contexto, nos reunimos en casa de una de ellas, y la unicornia solicitante no acaba de encontrar algo que vaya con su idea; todo tiene poco escote. Y sí, efectivamente la segunda unicornia no es de mucho escotazo, como no lo es su ropa, pero me llamó la atención esa necesidad de llevar escotes de infarto a esas cenas.

A todo esto, mientras destripamos el armario buscando el Santo Grial, la miro y me percato que, bajo la fina chaqueta que lleva -a ésta se le ha olvidado el frío de Valladolid-, viste una camiseta pseudotransparente que deja ver el sujetador recogiendo sus generosos pechos. Soy la menos indicada para escandalizarme por un escote, por enseñar el sujetador o por unas transparencias de infarto, y de hecho no me escandalizo, si no que me sorprendo -gratamente he de añadir-, pues hasta no hace mucho todo debía cubrirle bien, tapar y disimular; porque desde tiempos inmemoriables a los cuerpos venusianos -de Willendorf- nos han inculcado que cuanto menos se noten nuestras redondeces mejor. Y eso, generaciones tras generaciones acaba calando y es difícil quitarse el peso que implica el desear, a veces sin saber por qué, algo que no podemos alcanzar -ya no sólo por dieta, si no por propia anatomía, que una cadera ancha debajo posee una estructura ósea acorde-.

Le señalo a la unicornia descocada las transparencias que luce, y con una seguridad que no había visto en ella en cuanto a aspecto físico me dice que está cansada de disimular, de esconderse, y que ha decidido ponerse lo que le dé la gana mientras se vea bien y se sienta cómoda. Y me alegra inmensamente oír esas palabras de la boca de alguien que tuvo la capacidad de ponerse a dieta para lucir su vestido de novia y llegó a obsesionarse un poco con ello incluso, alguien que -obviamente prestando atención a la salud también- antepuso ese (mal nombrado) día más importante de su vida a meterse un donut entre pecho y espalda o incluso a especiar la comida con algo que no estuviera en su lista de permitidos.


Al oírle decir eso no pude evitar pensar en todas las personas que estando a disgusto con su peso -por exceso o defecto- o bien deseando una mejora, se centran en los kilos en lugar de ser felices con lo que les ha sido dado, una vida que vivir. Quererse y aceptarse como se es no está reñido con querer cambiar algo, ya sea por salud, por correr más ágilmente o porque te sale del nervio ciático. Y no me puedes negar que se afronta mejor un cambio del cariz que sea cuando estás a gusto y te quieres; ya vayas a cambiar de trabajo, comenzar algo con alguien, mudarte o variar tu peso; que cuando odias lo que ves en el espejo y no ves más que defectos donde sí, los habrá, pero no tantos como descubres en tu reflejo observado durante horas, casi buscando algo nuevo que te haga bajar más por el pozo de la falta de autoestima. y autodestrucción.

Me alegró descubrir que, poquito a poquito, las mentalidades a mi alrededor cambian. Que se rehuye de la camiseta mesa camilla a cambio de un buen escote, un ajustado o una transparencia si apetece; que se le da importancia a la exaltación de la autoimagen; cuando las críticas no solicitadas resbalan como fritanga de la que sube el colesterol con solo mirarla; cuando alguien se planta y toma la decisión de que el 'yo' es un nombre importante y merece amor, respeto, tiempo propio y empoderamiento; y si por el camino hay que mandar a alguien a la mierda, pues haremos mapas para facilitar el trayecto.

Más tarde les hablé del 'estudio fotográfico' con el que me había hecho recientemente para mejorar los vídeos de las reviews y las auto sesiones fotográficas que eventualmente me hago (que han hecho milagros por mi autoestima), y mi idea de ampliar el registro y fotografiar a alguien que no fuera yo. Ni mucho menos pretendo quitarle el trabajo a nadie, ni soy una profesional de la fotografía (como tampoco lo soy de la sexología), pero ya tengo un voluntario bastante exhibicionista que ansía ponerse delante de mi inexperta cámara (aka Ranma), y me gustaría experimentar con la imagen, con los cuerpos, con esos planos que sola no puedo crear, y qué mejor que apoyarme en mis unicornias para crear algo bonito y quizá erótico... 


Y cómo es el amor, que una ya me ha pedido que le haga fotos eróticas para regalar a su marido, y la otra...bueno, la otra se apuntará a un bombardeo con lo que le proponga (como hará seguro la primera si logramos coordinar agendas), eso sí, cuando le repita que no pienso hacer fotos de comunión a su prima, que lo mío es el erotismo y casi hasta me parecería pervertido usar un fondo sobre el que hubiera posado desnuda... ('y los niños, ¿es que nadie piensa en los niños...?'). Lo lograré, será una de mis metas de año nuevo, haré fotos eróticas a quien se me ponga por delante con un SÍ, haré fotos a mis chicas, me haré fotos con ellas, y si dan su permiso las y los implicados, algunas de esas fotos las verás tu. Porque lo bueno, lo bello, lo libre, hay que mostrarlo, compartirlo, disfrutarlo e inspirarse con ello.

Para ser unicornio sólo tienes que creer que lo eres, y a mis chicas y a mí nadie logrará convencernos de lo contrario. ¿Y tú, ya eres un unicornio o sigues creyendo que eres un caballo raro?


Ya, sí, ya he venido otra vez a delirar, pero qué quieres, es mi blog y nos follamos como y cuando queremos, y vaya cómo de bien nos sale...

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