Hace unas semanas recibí un mensaje en el grupo de WhatsApp de Unicornios -sí, se llama así- de una de las integrantes pidiendo acceso a nuestros armarios -el de la segunda unicornia y el mío- en busca de algo sexy para varias cenas que tenía. Nada fuera de lo normal a primera impresión, pues en ese grupo se habla de ropa, de relaciones, de nuestros males, viajes y deseos... Lo que viene siendo un grupo trío de amigas que se cuentan las cosas y se mantienen cercanas a pesar de la distancia y las complicadas agendas.
El caso, que lo anterior no sirve más que para ponerte en contexto, nos reunimos en casa de una de ellas, y la unicornia solicitante no acaba de encontrar algo que vaya con su idea; todo tiene poco escote. Y sí, efectivamente la segunda unicornia no es de mucho escotazo, como no lo es su ropa, pero me llamó la atención esa necesidad de llevar escotes de infarto a esas cenas.
A todo esto, mientras destripamos el armario buscando el Santo Grial, la miro y me percato que, bajo la fina chaqueta que lleva -a ésta se le ha olvidado el frío de Valladolid-, viste una camiseta pseudotransparente que deja ver el sujetador recogiendo sus generosos pechos. Soy la menos indicada para escandalizarme por un escote, por enseñar el sujetador o por unas transparencias de infarto, y de hecho no me escandalizo, si no que me sorprendo -gratamente he de añadir-, pues hasta no hace mucho todo debía cubrirle bien, tapar y disimular; porque desde tiempos inmemoriables a los cuerpos venusianos -de Willendorf- nos han inculcado que cuanto menos se noten nuestras redondeces mejor. Y eso, generaciones tras generaciones acaba calando y es difícil quitarse el peso que implica el desear, a veces sin saber por qué, algo que no podemos alcanzar -ya no sólo por dieta, si no por propia anatomía, que una cadera ancha debajo posee una estructura ósea acorde-.
Le señalo a la unicornia descocada las transparencias que luce, y con una seguridad que no había visto en ella en cuanto a aspecto físico me dice que está cansada de disimular, de esconderse, y que ha decidido ponerse lo que le dé la gana mientras se vea bien y se sienta cómoda. Y me alegra inmensamente oír esas palabras de la boca de alguien que tuvo la capacidad de ponerse a dieta para lucir su vestido de novia y llegó a obsesionarse un poco con ello incluso, alguien que -obviamente prestando atención a la salud también- antepuso ese (mal nombrado) día más importante de su vida a meterse un donut entre pecho y espalda o incluso a especiar la comida con algo que no estuviera en su lista de permitidos.
Me alegró descubrir que, poquito a poquito, las mentalidades a mi alrededor cambian. Que se rehuye de la camiseta mesa camilla a cambio de un buen escote, un ajustado o una transparencia si apetece; que se le da importancia a la exaltación de la autoimagen; cuando las críticas no solicitadas resbalan como fritanga de la que sube el colesterol con solo mirarla; cuando alguien se planta y toma la decisión de que el 'yo' es un nombre importante y merece amor, respeto, tiempo propio y empoderamiento; y si por el camino hay que mandar a alguien a la mierda, pues haremos mapas para facilitar el trayecto.
Más tarde les hablé del 'estudio fotográfico' con el que me había hecho recientemente para mejorar los vídeos de las reviews y las auto sesiones fotográficas que eventualmente me hago (que han hecho milagros por mi autoestima), y mi idea de ampliar el registro y fotografiar a alguien que no fuera yo. Ni mucho menos pretendo quitarle el trabajo a nadie, ni soy una profesional de la fotografía (como tampoco lo soy de la sexología), pero ya tengo un voluntario bastante exhibicionista que ansía ponerse delante de mi inexperta cámara (aka Ranma), y me gustaría experimentar con la imagen, con los cuerpos, con esos planos que sola no puedo crear, y qué mejor que apoyarme en mis unicornias para crear algo bonito y quizá erótico...
Para ser unicornio sólo tienes que creer que lo eres, y a mis chicas y a mí nadie logrará convencernos de lo contrario. ¿Y tú, ya eres un unicornio o sigues creyendo que eres un caballo raro?
Ya, sí, ya he venido otra vez a delirar, pero qué quieres, es mi blog y nos follamos como y cuando queremos, y vaya cómo de bien nos sale...
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