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28 de febrero de 2018

El alcohol que habla, un amigo y unos labios compartidos (Con Arturo)


Hace muchos, muchos años; que igual no son tantos (unos 12, -que mayor me siento...-), pero el tiempo corre rápido y han pasado muchas cosas desde entonces; tuve uno de esos momentos que con el tiempo acabarían convirtiéndose en anécdota cuasi cómica.

Celebrábamos un cumpleaños en el reservado de un garito de mala muerte al que solíamos ir. Risas, alcohol, juegos de beber destinado a que desees perder y algo de bajona. La bajona se debía a una de esas épocas en las que tu vida sexual/sentimental da verdadera pena y te regodeas en la desdicha, te autocompadeces y acabas haciendo cosas que no harías en situaciones más...estables, ergo sobria.

El recuerdo sobre cómo empezó aquella conversación está borroso -por no decir totalmente ausente-, pero supongo que la base era que tanto yo, como Arturo, un amigo gay, estábamos pasando por esa bajona emocional. Hablábamos de las ganas que teníamos de conocer a alguien, que daba cierta envidia ver otras parejas y verse a uno mismo como número impar, y diversas divagaciones al respecto entre dos borrachos con necesidad de un poquito de atención.

De alguna manera, y no tengo ni idea de cómo llegué a atreverme a sugerirlo, le acabé entrando a Arturo. No de forma descarada, ni mucho menos, pero algo debí decir de las ganas que tenía de besar a alguien, y le dejé caer de la posibilidad de enrollarnos entre nosotros; la ebriedad hizo mucho en mis palabras. Él, a diferencia de lo que imaginé al soltar aquello, reaccionó con actitud de estar pensándoselo realmente. Cambiaríamos de tema mil veces y volveríamos a lo mismo, había que zanjarlo. Me preguntaba si lo que proponía era morrearnos, follar, o qué; le dije que lo que quería era besar, no me importaba nada más y que, sinceramente, no me veía follando con él; pareció conforme con aquello, pero nadie dio el paso.

La cosa quedó en el aire, risas y como si no hubiera pasado nada. De camino a otro bar debí contárselo a mi mejor amigo, no sé si planteándolo en serio o en plan 'mira lo que he estado a punto de hacer'. Se rió, alucinó pepinillos y las dejaba caer delante de Arturo como quien quiere guerra y pincha a ambos bandos. Varios tequilas después Arturo marchó al baño, y mi mejor amigo y el resto de la banda insistían en que me liara con él -supongo que en coña pero que si colaba tampoco era un drama-. 
- A ver, que Arturo es gay.
- Bueno, ha estado con tías antes.
- Pero que es mi amigo, no me atrae.
- ¿Y por qué se lo has propuesto?
- Porque me apetecía morrearme con alguien, qué se yo...
- Pues hazlo, enróllate con él (y sentí un pequeño empujón animando a emprender el camino).
Arturo salió del baño a la vez que yo caminaba en su dirección, le sonreí, me sonrió, y cuando llegamos a la altura le frené con mis labios contra los suyos. Y todo hay que decirlo, puede que ninguno de los dos se sintiera atraído por el otro, pero el beso fue largo, y realmente bueno. Le pusimos fin con un abrazo y no pasó nada más, aparte de las bromas de nuestros amigos. La noche transcurrió con normalidad.


Hasta el momento de marchar a casa. Arturo iba en un taxi y yo en otro, ambos acompañados por alguno de nuestros amigos. Como era habitual paramos unos minutos a despedirnos, quedar para la semana siguiente y comentar alguna pequeña cosa. A la hora de despedirme de Arturo le di un pico en lugar de dos besos, pero debe ser que nadie lo vio, porque cuando ya decíamos adiós alguien dijo que se nos olvidaba despedirnos -ajá, paren rotativas-. Dije que ya nos habíamos despedido, pero antes de acabar de hablar Arturo me agarró y me metió un morreo ejemplar. A ver si después de eso cabía alguna duda sobre si nos habíamos o no despedido...

No volvió a pasar nada entre nosotros, y prácticamente no se ha vuelto a mencionar. Salvo las veces que lo he comentado con mi mejor amigo o con alguien que nos conozca a los tres, a modo de anécdota. Pero es que cuando se han compartido los mismos labios, es difícil no compartir también impresiones sobre sus habilidades.

Porque sí, mi mejor amigo también tuvo un rollo de una noche con Arturo, y también tuvo mucho que ver el alcohol ingerido y cierta desdicha emocional. Que me consta que lo suyo fueron más de dos besos, pero es lógico, él tenía algo que yo no podía ofrecer...

Ahora que pienso, y siguiendo con la teoría de los seis grados de separación y la idea de que cuando te enrollas/acuestas con alguien lo haces con todas las personas con quienes se haya acostado esa otra persona antes, ¿me enrollé con mi mejor amigo, hicimos un trío con Arturo, cuántos labios hacen falta para llegar a los de una persona X que no conoces...? ¿Existen los seis grados de separación 'sexuales'? ¿Estamos al final unidos unos a otros por besos, fluidos, experiencias sexuales y corazones rotos...?

La vida puede ser muy surrealista si te fijas, a ver de dónde te crees que salen todas esas ficciones dramacómicas...

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