-

30 de junio de 2015

Nadando entre berenjenas (Con Samo)

tortugas ninja doble sentido

Supongo que uno de los problemas de lograr lo que quieres tras mucho tiempo de espera es que no sueles conseguirlo de la manera que habías imaginado.

Eso fue lo que me pasó con Samo.

Después de tantos años queriendo que pasara algo entre los dos, finalmente cuando ocurrió y gané esa muesca-trofeo, no fue ni mucho menos como lo había idealizado. No me proponía una relación, ni siquiera un rollete ocasional, lo que me proponía es que fuera la de repuesto, la tía que le daba aquello que su novia no le daba, me pedía que fuera un secreto, que ocultara parte de mi vida para poder saciar los más primarios instintos sin levantar sospechas. ¡A tomar por culo!

Como cualquiera, incluido tú, he tenido y tengo secretos -para muestra un blog-, pero siempre he tenido cierto punto exhibicionista con mi vida, me ha gustado compartir mis historias, como ahora hago contigo, con mis amigos, y esa vez, a pesar de los deseos de Samo, no fue distinto, con la diferencia de que todos sabían lo que pasaba, pero ni a él le decían nada al respecto, ni él sabía que todos los sabían. ¿Genial, no? Podría sonar a catastrófico, pero lo cierto es que no hubo escapes informativos y en ese contexto todo fue como la seda.

En otros, quizá no tanto. Por un lado pedía secreto de sumario, y por el otro me buscaba las tetas en los bares y la mano para que notara sus hinchadas ganas por la calle. Luego se preguntarán algunos que por qué me gusta tanto provocar, cuanto más inconveniente sea el momento mejor, pero es que tuve un buen entrenador y a las cosas que gustan se acostumbra una rápido.

Pero retrocedamos a aquella noche en mi portal, cuando su lengua hacía la primera incursión en mi boca y yo me tiraba a bomba en el berenjenal.

En ese momento me sentí henchida de felicidad, al fin y al cabo acababa de pasar lo que llevaba años esperando, y aunque no como me hubiera gustado -recuerda que él tenía novia- menos era nada. Pero de ahí a lanzarme a su polla a la primera de cambio había un trecho. ¿Qué me pasa que siempre acabo con tíos que quieren quemar etapas a la velocidad de la luz? ¿Es el karma castigándome por mi poca paciencia en general a modo de impaciencia ajena en la intimidad?

Ahora no habría tenido reparo en agarrarle la polla a dos manos y hacerle poner los ojos en blanco, pero por aquel entonces toda esta confianza estaba todavía por llegar, y sólo pensar en meterle mano en los pantalones me hacía temblar. No recuerdo como acabó exactamente la velada, pero sí estaba en el aire su necesidad de discreción y la promesa de más.

Esas incursiones suyas a mi boca continuaron, y vinieron acompañadas por otras a mis tetas y mi coño. Tórpemente metía la mano en mis pantalones e intentaba encontrar algo y, aunque todavía no sé el qué, estoy segura de que no era mi orgasmo, o al menos nunca dio con él. Con las tetas se manejaba mejor, pero tampoco era difícil con su gran boca y mis pequeñas mamas, abarcándolas enteras el gustillo acababa apareciendo.

Poco a poco me fui soltando, y empecé a ceder en cuanto a pajas se refiere. He de reconocer que el juego de muñeca me era innato, puede que cada uno nazca con ciertos dones, y a mí me tocó ese entre otros. Cuando, por primera vez en mi vida, se corrió en mi mano mano tengo el recuerdo de sentirme ligeramente distinta, y no solo por la lefa dispersada entre mis dedos, sino de una forma algo más trascendente

Sufrí. Sí, sí, sufrí del verbo sufrir, innumerables intentos de mamada. No por mi parte, sino de la suya. Esa mano que se posa en la nuca durante un beso o una paja, que poco a poco notas con más presión y piensas que es de la emoción, pero que acabas viendo que su única intención es acercarte al pollón -¿has visto qué bien rimo?-. Esa mano quería acercarme a algo que no estaba segura de querer hacer. Me libré de ella, una y otra vez hasta que pilló la indirecta. 

Días después, hablando de ello con mi mejor amigo, me exponía que sólo era carne, como si le chupara un dedo, que probara aunque sólo fuera una vez a ver qué tal. Puede que no, que de alguna manera al cabo de los años terminara haciéndolo, pero se podría decir que los hombres con los que he estado le deben a mi mejor amigo que yo haga mamadas. Que se me de bien es cosa mía, otro don de esos innatos quizá.

sexo oral en la calle

Y así fue como me lié la manta a la cabeza, el pelo a la coleta y me puse polla a la boca. Si bien es cierto que al principio no le veía la emoción, seguía siendo un trozo de carne que nada me proporcionaba por metérmelo en la boca, empecé a pillarle el gusto cuando vi la expresión de su cara. Samo lo disfrutaba, vaya si lo disfrutaba. Y ahí lo sentí por primera vez, el poder. Ese poder que sólo se siente cuando tienes el placer del otro entre los labios, cuando un movimiento tuyo puede despertar las más agradables sensaciones, cuando el otro se abandona en tu boca y se enajena perdiendo el control de sus movimientos. El poder de la mamada

Nuestros encuentros se sucedían fin de semana tras fin de semana, mes tras mes. Mi portal clavándonos las escaleras, la planta donde estaban los trasteros de su casa tumbados en el frío suelo, el baño de un bar de fiesta que provocó un atasco y las consiguientes miradas de odio un día, la última fila del autobús nocturno otro, rincones oscuros que aprovechaba para hacerme saber lo cachondo que estaba... Todos lo sabían por mis palabras y por sus gestos, y es que el disimulo nunca fue lo suyo.

En una de esas visitas a mi portal tuvimos la primera conversación que vaticinaba un final. ¿La culpa? La tuvo Tilo. Llegando a la parcela le encontramos en la puerta, hablando con nuestro amigo en común. Dos minutos, una heladora mirada y un bajón impresionante, así fue la última vez que le vi hasta muchos años después.

Todo lo bien que creía que estaba tras lo de Tilo se fue a la mierda en segundos. Mientras mis labios besaban a Samo, mi cabeza daba vueltas a Tilo y las lágrimas pedían brotar sin motivo alguno. Su ya torpe mano bajo mis bragas estaba consiguiendo menos de lo habitual, la excitación me había abandonado y terminé sacando el tema. 'Cada día me cuesta más mirar a tu novia a la cara. ¿Qué estamos haciendo?'.  Una larga conversación que dejó nuestra historia en un impasse.

El secretismo en el que tenía que estar sumida nuestra historia, sumado al sentimiento de culpabilidad que crecía en mi interior cada vez que veía a su novia y la fugaz aparición de Tilo frenaron lo nuestro. Las conversaciones, las miradas, los gestos de cariño, las risas, hasta las cervezas sufrieron cambios. Me había dado cuenta de que lo que había visto como un premio, que Samo me viera con otros ojos, era más bien un castigo. Como poder disfrutar de las vacaciones soñadas en la playa cuando tienes catarro, una pierna escayolada y una herida abierta en la mano, de idílico no tenía una mierda.

Acababa el año y a efectos prácticos estaba igual que al empezar: soltera, entera y sin una relación usual a la vista. El 2004 me había traído muchas novedades, pero no lo que yo quería, o creía querer. 

Pocos días para despedir el año y sin saber cómo por el rabillo del ojo atisbé la vela. La vela que me hipnotiza, la que me seduce con su danza, atrayendo mi mano hacia ella, haciendo que empiece a sentir su calor, y aunque soy consciente de que o aparto la mano o me quemo, no puedo alejarme de ella. Esa vela, la enemiga que me provoca y me hace exponerme aún a sabiendas de lo herida que puedo salir. Esa vela que me acercó de nuevo a Samo.

Tenía claro que 2005 sería distinto, las cosas iban a cambiar. Y vaya si cambiaron...

2 comentarios:

  1. El poder de la mamada conlleva una gran responsabilidad, no lo olvides!
    A ver donde te llevó esa vela. Estoy impaciente.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Jajajaja, no lo olvido, siempre lo tengo presente XD

      A un lugar interesante, pronto te lo cuento.

      Besotes.

      Eliminar

Me encantará saber su opinión...