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3 de abril de 2017

Planes de viaje... (Relato)



Preparábamos un viaje a Barcelona, mi chico se encargaba de la agenda cultural, y yo de buscar un hotel lo suficientemente barato y bueno como para poder ajustar el presupuesto y tener baño privado.

Quizá que haya tantas cosas que hacer en Barcelona fueran las culpables de que tardara tanto en enseñarme lo que había pensado, pero algo más pasaba. Le veía sentado frente al ordenador, con la mirada fija y esa expresión de indecisión como cuando no se atreve a decirme algo. E hice lo que cualquiera haría, preguntar.

- ¿Pasa algo cariño?
- Eh… No, nada, se ha bloqueado Chrome.

No, no era eso, no colaba. Se habría enfadado de ser así, pero permanecía impasible; misma cara de indecisión pero ahora con un pequeño tinte de culpa en ella. Me acerqué con la excusa de darle un abrazo y, disimuladamente, miré la pantalla mientras aproximaba mi cabeza a su hombro. O Chrome estaba juerguista y le había mostrado resultados al azar, o estaba buscando “escorts Barcelona”.

De primeras me chocó, habíamos hablado alguna vez de la posibilidad de quedar con una escort para probar la experiencia, pero pensé que hasta él, con su arrojo y falta de vergüenza, no llegaría a atreverse; puede que me hubiera equivocado. Le besé en la mejilla y me alejé distraída con la excusa de  ir a por agua, pero mi mente no dejaba de darle vueltas al tema y, cuantas más vueltas le daba, más excitada me encontraba. “¿Y si finalmente nos decidimos, nos gustará? ¿Por qué tipo de escort nos decantaríamos, y si me acojono a la hora de la verdad, y si…?” Millones de preguntas revoloteaban sin respuesta por mi mente, lo único certero en aquel momento era lo cachonda que estaba y las ganas que tenía de follarle hasta que se nos aclararan las ideas a ambos.

Volví a acercarme, esta vez sin excusas, sin dudas, sin ropa. Besé su cuello y su mirada se encontró con mi pecho desnudo, y éste con su cara de asombro. Me senté sobre él a horcajadas y nos besarnos. A medida que los besos crecían en intensidad e impaciencia, crecía su entrepierna contra mi coño. Me agarró el culo con las manos y lo atrajo hacia él antes de perder un par de dedos en mi interior; inquietos, ávidos, sabios, sabían cómo moverse para hacer que me derritiera aún más y empezara a suplicarle por algo de mayor envergadura…

Desabroché su pantalón, metí la mano y como pude saqué lo que mi cuerpo reclamaba, su polla dura y firme, la que tantas otras veces había hecho incursión entre mis labios más húmedos. Me levanté levemente para enfilarla y me senté sobre ella poco a poco, sintiendo cómo mi vagina se adaptaba a medida que entraba, cómo me estremecía con sólo pensarme llena, imaginando que no era más que un prolegómeno de lo que nos esperaría en Barcelona. Comencé a follarle con fuerza, su polla entraba y salía de mí al ritmo que nuestros gemidos aumentaban. Sus manos, aún en mi culo, se agarraban fuerte, como temiendo que parara. Tiró de mi culo hacia arriba, haciendo que acabara de pie de la inercia, me dio media vuelta e, inclinándome sobre el escritorio, se clavó en mí y me folló duro. Con una mano azotaba mi culo, y con la otra intentaba hacer explotar de placer a mi clítoris. Unos segundos después nuestras gargantas expelían a gritos el placer del clímax muto. 

Con su cuerpo apoyado sobre el mío, recuperando la respiración, le acaricié la mano que aún estaba entre mis piernas y susurré: “pide cita con una escort, me parece bien…”.

2 comentarios:

  1. Olé,

    a ver si mi novia, o mi acompañante, o la chica con la que estoy empezando, o alguna alguna vez se pone así de pícara :D

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