-

5 de julio de 2017

Visita a Gibraltar - Relato erótico

Gibraltar

La mente bulle en determinados momentos, y un inocente pensamiento se desarrolla sin freno provocando una situación que ahora deseas vivir y sentir. Esa situación sólo ocurre en tu mente pero, ¿y si pudieras dejarte llevar y hacerla realidad...?


Gibraltar

Autobús de dos pisos. Arriba. Ocupando las últimas filas, lejos de toda esa gente que se pelea por las primeras esperando mejores vistas. Una mirada que arde bajo el sol y los cuerpos de incipiente moreno que exalta nuestro atractivo. Una sonrisa que lo dice todo. Una mano que se cuela bajo mi escote ligeramente exhibicionista. Un pezón que reacciona y unos genitales que se estremecen de pura imaginación.

Mi mano que se posa sobre su pantalón, palpando la excitación y la erección que comienza a despertar. Caricias suaves que nos excitan a ambos y nos hacen pensar entre susurros dónde poder apagar esas ganas que nos tenemos.

Llegamos a nuestro destino y bajamos los últimos, dilatando esos instantes de paz dentro del bullicio y lo inapropiado. Él baja detrás, esperando que yo le sirva de distracción para acomodarse los pantalones. Ya abajo pega su pelvis a mi culo, haciéndome notar que su excitación estará disimulada, pero que ni mucho menos se la han apagado las ganas de empotrarme.

Paseamos por la ciudad, más que apreciando las calles y haciendo de turistas, buscando un sitio tranquilo y oculto donde poder echar mano al deseo contenido.


Hallamos un antiguo cañón escondido junto al muro de la fortaleza, con vistas a la lejana costa africana. El ansia nos aventura a colarnos en la parte más oculta y sus dedos corren raudos a comprobar lo húmeda que estoy. Mi espalda se arquea, clavando el culo en su erección, moviéndome lentamente sin dejar de mirar en todas direcciones; no entra en nuestros planes un escándalo internacional.

Agita los dedos en mi interior y me muerde el cuello; ya me cuesta tener las piernas firmes, quiero desplomarme sobre el cañón para que me ataque desde la retaguardia con su arma de mayor calibre. Se lo digo. Se me empieza a ir la cabeza con metáforas armamentísticas, esto ya es preocupante

Gibraltar

Oímos ruidos que nos distraen del juego y nos acojonamos un poco, aunque está claro que el morbo no hace más que crecer. Seguimos nuestro camino, empotrándonos en cada lugar posible para comernos la boca y meternos mano. Hacemos de Gibraltar nuestro escenario lujurioso.

La calle desemboca en un túnel donde convergen peatones y coches en el estrecho carril, estos últimos en una sola dirección. Cruzando el túnel vemos unas escaleras que se abren paso a mitad de camino, una ancha escalinata sin un destino claro, está todo demasiado oscuro. Un ligero codazo me basta para sacar la linterna del móvil y alumbrar nuestra subida. El poco tráfico, peatonal y a motor, se oye, pero la oscuridad nos tiende un manto de privacidad. Igual acabaremos en comisaría, pero no nos vamos de Gibraltar sin apagar las ganas.

Gibraltar
Túnel real, con las escaleras a la derecha de la imagen

Nos besamos, cuelo la mano dentro de su pantalón y libero lo que tantas ganas me lleva dando desde que cruzamos la frontera.

Baja su boca a mi escote, saca una teta para devorarla a la par que nuestras manos ociosas juegan con el otro. Me mira, me agarra, me besa, me gira, me baja los pantalones y las bragas justo por debajo del culo, me empotra y se clava en lo más hondo de mí. Dios, acabo de hacerme creyente.

Ahogo el gemido entre mis dedos, y el siguiente, y el siguiente, y todos los que me salen con sus embestidas duras y lentas. Le susurro lo cachonda que me pone él en general y la situación en particular; arremete con más fuerza mientras me devuelve la opinión. ¿Qué mejor que estar con alguien a quien excites tanto como esa persona a ti?

Suplico que me folle, agarro su nuca con mi mano y muevo las caderas, buscándole cuando se separa para luego volver a entrar hasta el fondo. Nos encontramos en el medio, con la fuerza de ambos; las penetraciones son profundas, duras, dinámicas.

manos a la espalda

Me coge ambas manos a la espalda y me folla con toda la dureza que le permite su pelvis. La piel de gallina, el coño goteando, y un orgasmo compartido que resuena en la pequeña gruta sin que nos importe. 

'Por mí, ya nos podemos volver...'

4 comentarios:

  1. Después de este relato, Gibraltar nunca volverá a ser lo mismo. Seguro que has animado a más de uno y de una a visitarlo,jajaja.
    Besicos

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Jajajajaja, oye, es otra forma de reclamo turístico, no? Con haber animado a la imaginación me conformo, si va con estimulación pues genial, y ya si se animan a ponerlo en práctica, qué menos que contar la experiencia para darnos envidia, jajaja.

      Besotes.

      Eliminar
  2. Cuando vuelva al interior de "La Roca" no dejaré de recordar este relato.
    Magnifico.
    Enhorabuena.
    Saludos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias. Y si quieres encontrar 'la escalera oscura' cuando vuelvas, me lo dices, que no me olvido de dónde está con lo que me evocó...

      Besotes.

      Eliminar

Me encantará saber su opinión...