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7 de diciembre de 2016

Tres citas y a correr... (Con Mat)

Esta es una historia de libertad, de miedo adquirido, de corazón roto, de viaje al pasado e ideas de futuro que desaparecieron a 50 km/h.

Hace unos 8 años tenía cuenta en Tuenti -ya, lo sé...- y me llegó un largo mensaje privado bastante prometedor de un chico. El mensaje no era una declaración de amor, ni halagos soltados a metralleta, ni ninguna frase ingeniosa con el propósito de ligar. Simplemente hacía alusión a varias de mis aficiones, y comentaba algunas de las que teníamos en común, como las manualidades -de las artísticas, no de las otras, mente sucia-. Decidí contestarle y con ello comenzó una temporada de charlas distendidas, de pequeñas píldoras formativas sobre su técnica con el cuero, de tonteo, de risas... Hasta que llegó lo inevitable, la propuesta de conocernos en persona, nada más allá de ponernos cara y compartir unas cañas.

Quedamos al salir de trabajar, tomamos unas cañas cerca de mi trabajo, luego otras cerca de su barrio, y luego sus labios acabaron contra los míos. Cosas que pasan, ya sabes...

Me comentó que hacía poco le habían roto el corazón, que en ese momento no buscaba nada serio, que necesitaba libertad... Todo me pareció bien, ¿qué decirte? No le conocía apenas y no sabía a dónde nos llevaría eso. Mat me gustaba, me divertía, lo pasaba bien, pero en gran medida lo que me atrajo primeramente de él fue el look y la idea de cumplir algo pendiente. Te explico, es una chorrada de gran tamaño. Con 17-20 años salía por Cantarranas, una zona de Valladolid donde de todo podía pasar y a gente de cualquier estilo podías encontrar, y entre toda esa gente tan 'cantarranas' estaban los punks (disculpa si me flipo, pero la gente habla de 'rollo Malasaña' aunque no sepan ni dónde está), y tenía la fantasía de enrollarme con alguien muy 'cantarranas'. Cuando Mat apareció en mi pantalla lo vi, ese look punk me recordaba esa 'cosa pendiente', y tuve que dejarme llevar por el embrujo del espíritu de la adolescencia.

Aquella primera cita fue muy formal, algún que otro beso y con las manos por encima del cuello, me llevó a casa y marchó. Me pareció tan dulce.... Irónico, ¿no crees? Hay gente que piensa que los punks son bruscos, y a mí ese punk en particular me había dado más dulzura en una noche que muchos 'niños bien'.

A los dos días, la segunda cita. Me había estado comentando que para él su perro era muy importante, y que se fiaba mucho de las impresiones que le daba sobre las personas. Para que tú le gustaras, tenías que gustarle antes a su perro. Lo que menos me esperaba era que, al ir a buscarme al trabajo, apareciera con el bicho. Afortunadamente tengo algo (no sé muy bien qué) que hace que le caiga bien a los animales (aunque no siempre sea mutuo), el perro dio el visto bueno, y nos fuimos a un parque a pasar la tarde. Y allí, apoyados contra un árbol viendo atardecer y al perro correr, nos besamos, hablamos, e incluso me acarició una rodilla... Oh my gosh!!

Volvió a salir el tema del corazón roto, del daño que le había hecho su ex, que no quería nada serio, bla, bla, bla. Lo entendía, me parecía bien, ¿era necesario que lo repitiera tanto? Pero entre tanto, hablaba de planes, de conocernos más, de ver qué pasaba entre nosotros. Y una no es de piedra, así que terminé imaginándome algo entre los dos. No una relación, ni mucho menos, pero sí una amistad, un derecho a roce ocasional. Era libre, quería seguir siéndolo, pero lo que teníamos me parecía enriquecedor de alguna manera, ¿por qué ponerle puertas?

La cita nuevamente acabó en la puerta de mi casa, algún que otro beso, una caricia en la rodilla, promesa de quedar pronto y ya. El pronto al final se nos fue de las manos, entre mis planes, sus planes y varios planes en común deshechos por sus eventuales y casualmente oportunas urgencias convirtieron el pronto en meses. Seguíamos hablando, pero con cierta distancia.


Hasta que los planetas se alinearon. Le propuse ir al cine y me dijo que no tenía dinero, me ofrecí a invitar y logré que aceptara el plan, aunque algo a regañadientes (no sé si por el plan, porque le invitara o por otra cosa que se me escapaba). Todo el mundo sabe que comprar algo de picar en un cine es tanto o más caro que la propia entrada -que ya es...-, pero aquí el amigo sin dinero se empeñó en invitarme a las palomitas. Pues vale... Era la tercera cita, esa que en la mayoría de películas y series se entiende como 'la cita de follar', a la tercera va la vencida, has tenido tiempo para conocer, sabes que te atrae, quieres algo más, yo quería algo más. Así que, sin arreglarme mucho pero cuidando el detalle, me depilé, me puse bragas monas y sujetador de 'aquí están mis tetas' de lo escotado que era, vaqueros, camiseta que homenajeaba el sujetador que cubría y mi mejor sonrisa, y confié en que mal se tenía que dar la noche para que no acabáramos en su cama revolviendo las sábanas.

Vale que ir a ver Origen puede no ser el mejor plan cuando estás conociendo a alguien, pero quería ver la película y él era mi excusa. Si la has visto (y si no, lo siento, pero ya han pasado años para considerar esto spoiler), recordarás esa escena eterna en la que la furgoneta cae por el puente, y sabes que la historia deja varias cosas en el aire y otras que pueden ser complicadas de entender, pero es que Mat no entendía nada, y no hacía más que repetirlo. '¿Por qué tarda tanto en caer la furgoneta? ¿Por qué esa gente está en otro sitio de golpe...? ¿Por qué...?' Fíjate, quizá sí que era buena película para ver en la tercera cita, porque sin decirme nada me dijo mucho sobre él, y la inteligencia despierta no estaba en la lista.

Salimos del cine, montamos en el coche y nos pusimos en camino. Antes de que llegara el desvío hacia mi casa le comenté que podríamos ir a tomar algo, o a su casa si quería, ahí, sutil, a veces demasiado... 'Eh, no, mañana tengo que hacer cosas'. No pensaba secuestrarle, pero obviamente con ese corte no me daba pie, y ya casi ni ganas, a decirle claramente que quería acostarme con él. Me llevó a casa, hablamos hablé 30 segundos, le di un beso, bajé del coche, y antes de que se cerrara la puerta del todo ya había arrancado. La cara de gilipollas que se me quedó debió ser cosa fina, me fastidiaba que mi plan de acabar en su cama no hubiera salido, pero lo que me jodía de verdad era esa prisa por marchar, ese silencio en el trayecto, esa cara como en otro plano, como si hubiera estado en otro lugar toda la noche...


Dejé que el tiempo calmara las cosas y un día le escribí. Según él todo iba bien, tuve que creerle...

Pero ¡ay, corazón! Al poco tiempo hubo una huelga general que yo elegí no hacer (elección propia, que para algo es un derecho, no una obligación, porque trabajaba en la empresa familiar, y porque me salía del papo, qué coño). Me escribió, salió el tema, le conté mis motivos, y se despidió en Messenger al 'grito' (mayúsculas) de 'ESQUIROL'. Y me lo dijo desde su casa, en la cama, porque no tenía trabajo y no se le ocurrió tampoco mover el culo a la manifestación, pero sí echarme en cara a mí no hacerlo...

Ahí, por la conversación, por el tema, por su actitud, por la doble moral, vi claro que no habría nada más entre nosotros. El capricho de adolescencia lo había tenido por fin, y probablemente habría sido mejor que hubiera pasado en mi adolescencia, cuando la rebeldía, la inquietud política y el incorformismo reventaban cada poro de mi cuerpo, pero a esas alturas.... Éramos demasiado diferentes, e incompatibles, no se podía sacar nada más de ahí, ninguno íbamos a ceder y dudo que mereciera la pena con tanto corazón roto, tanto no quiero nada serio, tanto te rozo la rodilla y huyo cuando quieres acostarte conmigo.

Con aquello di por terminada la aventura. Mat pasó a la lista de los que pudieron ser y no fueron, y seguí con mi vida.

Meses después, muchos, una llamada desde un número que no conocía me despertó un domingo. No reconocí la voz, y las primeras frases ni las entendí -recién levantada valgo para poco-. Tras varios intentos logré que me dijera quién era. 'Mat...' contestó, como si resultara obvio y fuera lo más lógico del mundo. Estaba en una casa ocupa de nosédónde y me llamaba para ver qué tal todo, que había pensado en mí. Y mira, entre el madrugón, la sorpresa inesperada, que no tenía nada especial que contar y que tampoco me apetecía hablar, estuve un poco seca. A los dos minutos me espetó 'qué borde eres, encima que te llamo no me dices nada...' y colgó. Me quedé unos minutos mirando el móvil, de nuevo con cara de gilipollas como el día que casi me toca bajar en marcha del coche, preguntándome a qué coño había venido todo aquello. Y tuve otro motivo más para no querer que nuestros caminos se volvieran a juntar.


Aunque varios meses más tarde le encontré en Cantarranas (viajes al pasado que se hacen a veces). Eran fiestas de la ciudad y estaba sentada en una esquina de la plaza hablando con unos amigos; risas, confesiones, calimocho, todo transcurría con la normalidad etílica de una salida nocturna en fiestas. Hasta que apareció Mat, se me quedó mirando fijamente, y sin dejar de hablar con mis amigos le sostuve la mirada hasta que marchó. Más tarde nos encontramos de nuevo y se me quedó mirando un buen rato. Supongo que de haberme quedado más tiempo en la plaza la noche se habría convertido en un duelo de miradas...

Esa fue la última vez que le vi, y no he vuelto a saber nada de él.

La vida quiso que saliera el tema tiempo después con una amiga, que resultó ser amiga de la chica que le había roto el corazón y dejado con tanto miedo a 'algo' con alguien, y tan destrozado. Mat estaba realmente enamorado de esa chica, y cruelmente se la jugó. Quiso el universo, la vida o la pura casualidad de vivir en una ciudad pequeña, que los hilos estuvieran cruzados, me enterara de la historia y diera gracias porque no pagara conmigo el daño que le hicieron. Deseo que haya encontrado las piezas que perdió en aquello, pero a mí que no me lo venga a contar, hace tiempo que me siento extraña en Cantarranas...

6 comentarios:

  1. Me encanta tu post.
    Mi opinión es que si se busca una media naranja, quizá primero deberíamos considerarnos naranjas enteras.
    Felicidades.
    Y gracias por compartir.

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    1. Sí, creo que es parte importante considerarse naranjas enteras. Igual que el quererse antes de esperar que alguien te quiera, si no valoramos lo que somos, ni podemos vivir fieles a nosotros mismos, nada tiene el mismo valor.

      Besotes.

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  2. Me ha encantado lo del sujetador "aquí están mis tetas", voy a empezar a usar esa expresión!!
    Ay querida Gwen... tu lista de los que pudieron ser y no fueron es el equivalente a lo que yo llamo Pequeños Fiascos! Mira que dan rabia... pero a toro pasado, a mí me hacen mucha gracia!!
    Besitos guapa!

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    1. Hay sujetadores que no pueden tener otro nombre, jajajaja. Toda tuya la expresión ;)

      De todo se aprende, de los pequeños y grandes fiascos incluidos, y si podemos sacar alguna historia divertida, mejor que mejor... Besotes.

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  3. Yo creo que en estos casos, encontramos a una persona que no esta en el mismo momento que nosotros. Esa persona no ha olvidado a su ex y en otro caso, somos nosotros quien no podemos estar con alguien porque no estamos preparados para empezar de nuevo y es a esa persona que nos cruzamos a quien le toca vivir esa complicada situación. Que dificil es que los universos se alineen y conocernos en el momento en que dos personas estan en el momento adecuado de conocer a alguien, verdad? me ha hecho mucha gracia lo del tuenti, me he remontado a aquellos años en los que se podía ligar en tuenti jeje como pasan los años! ay dios! Me ha encantado este post, como todos. Un beso guapisima!

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    1. Es difícil encontrarse en el mismo momento a la vez, y a veces hay que intentarlo aunque no se haya llegado aún, pero está claro que si uno no quiere, por más que se intente no saldrá nada bueno.

      Besotes.

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