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10 de enero de 2018

Cirque Du Soleil, un coche y un picadero (Con Ranma)




Aquella noche entre sombras había sido un buen preludio de lo que Ranma y yo podríamos crear con unas condiciones favorables. Si había disfrutado tanto con la nula intimidad que aporta un matorral, en cualquier rincón con algo más de privacidad estaba claro que sería mejor. 

En la primera segunda cita -si te conté la tercera primera esto ya no sé cómo llamarlo-, me pasa a recoger y vamos al picadero más cercano. Que fuera un domingo por la noche ayudó a que no estuviera muy concurrido, pues en hora punta es bastante complicado encontrar un hueco con la suficiente separación entre coches como para dar esa falsa sensación de estar a solas. Hay que decir que, si vas en plan romántico, ese picadero es un acierto; entre las vistas del mirador a gran parte de la ciudad y la escasa iluminación que facilita ver más estrellas aún con las luces urbanitas, tienes un paraje bastante interesante; al menos si obvias los envoltorios y condones usados que plagan el suelo, los coches cercanos a oscuras poniendo a prueba los amortiguadores y los que suben a cotillear y ver si se pueden apuntar activa o pasivamente a alguna fiesta ya empezada, o quienes se han perdido o están de expedición.

Pero no nos engañemos, el 90% de la gente que sube allí no lo hace en plan romántico; lo que quiere es no tener que irse hasta el pinar para follar en el coche sin transeúntes, sin que tengan más probabilidades de que les pille la policía que de correrse, ese rincón entre la ciudad y el campo, donde hay una esfera de alegalidad en la que todo el mundo sabe lo que allí ocurre pero, y cruzo los dedos, no va la policía a recaudar.

Y aunque un coche no era la mejor opción, y menos teniendo en cuenta que ni Ranma ni yo somos Oompa Loompas ni mucho menos, sí era la única posible. Empezamos bastante directos, como con un 'sabemos a lo que hemos venido' en la mente. Nos sentamos en el asiento trasero y entre besos y manos largas nos fuimos desnudando. Tanto sus manos como su boca me confirmaron que la vez anterior no me había equivocado, sabía cómo moverse por mi cuerpo, cómo sacarme pequeños espasmos de placer con sólo pasar los dedos o la lengua en el lugar oportuno.

Me puse sobre él y nos restregamos, incrementando las más que evidentes ganas que teníamos de follarnos al otro. O paraba pronto para buscar un condón o acabaría clavándome en su polla irremediablemente; la sensatez tomó fuerza y me incorporé hacia el asiento delantero para buscar los condones en mi bolso. Inclinada hacia delante entre los asientos, con el culo en pompa alineado con su boca, Ranma no desaprovechó la oportunidad de morderlo mientras lograba dar con los condones. Me pone, es un hecho, y aunque me acabe dejando moratones de los mordiscos que me da, me excita que me muerda, como señal de lo cachondo que está, señal también de las ganas que me tiene a mí y al juego que tenemos entre manos.


Ya con el condón en la mano, el culo mordisqueado y el coño chorreando, se lo pongo, me coloco en posición de nuevo y me siento sobre la erección que me llamaba a voces. De haber podido habría cabalgado a lo largo y ancho de todo el picadero, pero la limitación de espacio supuso un problema. El techo del coche no es muy alto, y no dejaba de ser toda yo sobre él, lo que hace que el juego de sube y baja no tenga demasiada movilidad a menos que me quitara la cabeza -y por desgracia no tengo miembros desmontables-. Cabalgaba sobre su polla con la cabeza inclinada hacia un lado, intentando esquivar los golpes que eventualmente me daba cuando las sensaciones me pedían estirar el cuello. Ni la penetración estaba siendo tan satisfactoria para ninguno de los dos, ni en ese plan lograría, al menos yo, correrme por más horas que siguiera; necesito estimulación en el clítoris, y lo que le faltaba a esa postura para hacerla más incómoda era mi mano intentando internarse entre nuestros cuerpos para llegar a acariciarlo. Probé a sentarme al revés, mirando hacia delante mientras le montaba, pero tener un culo generoso es un contra cuando en esa postura intentas follarte a alguien sentado, aquello se convierte en un roce infructuoso que lo intenta pero no lo logra, la polla se sale, ninguno siente nada y sólo gastas energía y resistencia muscular sin lograr el fin.

Volví a la posición inicial, suponiendo que él lo estaba disfrutando y que al menos alguno de los dos lograría correrse. Nada mas lejos de la verdad. Me preguntó si me estaba gustando, que él apenas sentía nada; y ahí estuve a punto de tirar la toalla, tengo claro que follar en el coche no es ni para todos los cuerpos, ni todos los coches, ni todos los momentos, pues a veces pasas más tiempo recalculando ruta que disfrutando del viaje. Propuse lo que yo tomaba como último intento, si aquello no nos funcionaba a alguno de los dos lo dejaría y terminaríamos a mano, porque eso más que sexo estaba empezando a parecerse a una prueba de nivel para el Cirque Du Soleil.

Sentada sobre él eché la espalda hacia atrás, subí ambos pies al asiento junto a sus caderas, me agarré a los reposacabezas delanteros con las manos y volví a poner ritmo a aquello. La diferencia era palpable, sentía mejor su polla, tenía mayor margen de movimiento, más puntos de apoyo y le dejaba vía libre para que me acariciara las tetas o el clítoris, cosa que no tuve que sugerir puesto que no tardó en llevar sus manos donde más útiles fueran. Me daba algún que otro azote en el poco espacio que le quedaba accesible, y aunque suaves casi como caricias por la falta de ángulo, todo lo que incrementara la excitación se agradecía.

En tan poco tiempo estaba tan cerca del orgasmo que ni me lo creía; llevé mi mano al clítoris, y sin dejar de follarle me masturbé, viendo cómo me miraba, sintiéndole por dentro y por fuera de mi cuerpo, la compenetración y las ganas de hacernos disfrutar mutuamente, y mirándole a los ojos me corrí; me corrí dos veces porque una me supo a poco con lo cachonda que sabe ponerme. La incredulidad y la sonrisa se adueñó de mí, no pensé que pudiera correrme así, no pensé que pudiera disfrutar tanto de ese polvo.

Pero aún tenía algo pendiente, quería hacer que él se corriera. Me incorporé, me puse a un lado y le pajeé un poco antes de comérsela. Metí su polla en mi boca y la recorrí sintiendo su mano en mi nuca, sin presiones, sólo ahí colocada, acariciándola de vez en cuando, cerciorándose de que no desaparecía al cerrar él los ojos. Me mantuve inmutable a sus movimientos, a sus suaves gemidos, seguía comiéndole la polla hasta que estuvo a punto de correrse. Cambié la boca por las manos y poco después se llenaron de semen. Continué acariciándole el glande y una risa me sacó de la abstracción. ¿Se estaba riendo? ¿Conmigo, de mí, por algún motivo o era risa nerviosa? No había otra forma de saberlo que preguntándole, tras lo cual me respondió que a veces le pasaba al correrse, no cuando se masturbaba pero sí cuando lo hacía otra persona. Sólo tiene cosquillas en un sitio y acababa de descubrir dónde, y lo cierto es que me parece encantador de alguna manera, e inspirador, ¿por qué no? ¿Acaso no es la risa la versión socialmente aceptada de un orgasmo? Más desconcertante hubiera sido que se hubiera puesto a jurar o a llorar, qué bienvenida es la risa en el sexo, incluso mientras te corres.


Nos recuperamos brevemente, a mí todavía me temblaban las piernas, nos vestimos y salimos del picadero con los cristales aún empañados. Me llevó a casa y al salir me dio en el culo; no sé qué tiene que me pone especialmente cuando me toca el culo, cuando lo azota, cuando lo muerde...

O tal vez sea todo en general con él lo que me excite, tener un compañero de juegos que incita a nuevas experiencias, que sabe cómo hacerte disfrutar, que te respeta, que te enciende con una pequeña caricia, con una mente más pervertida que la tuya, alguien que además de hacer que te corras te hace reír y es un amigo. Sí, creo que me pone Ranma, así, en general; quién me lo iba a decir el año pasado.

A la mañana siguiente amanecí con moratones en el culo -y cuatro moratones distintos en una teta...-, se ve que no es capaz de morderme sin dejarme marca. Aunque tienen ese aire de herida de guerra que recuerda la pasión del momento, lo malo fue sentarse -o rozarse siquiera el pecho- durante un par de días; ese dolor que saca sonrisas. Dolor también de las agujetas, porque si bien aún no me han llamado del Cirque Du Soleil, yo misma me he adjudicado un pin por el intento.

Esto no ha acabado. Ranma y yo hemos compartido otras aventuras, y con lo pervertidas que tenemos las mentes, hay muchas por llegar.

Dime, ¿quieres conocer más de nuestras aventuras, cómo llevas lo del follar en el coche, qué me dices de los mordiscos y las marcas post sexo, tienes buena compañía con la que jugar y experimentar lo que os pasa por las mentes perversas...? Cuéntamelo en los comentarios...

2 comentarios:

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