La competencia

Creo que, como en cualquier mundillo, en el entorno sexblogger hay cierta competencia. Nos encanta que nuestro contenido se vea, se lea, se comparta, se comente... Queremos tener relevancia, llegar tan lejos como podamos, y esa distancia se ve incrementada en cada acción que desempeñamos, cada paso que damos avanzando en nuestra ambición.

Que esa ambición sea menor o mayor es algo que realmente no tiene un baremo fijo. Lo que a mí puede parecerme una meta a larguísimo plazo a alguien puede parecerle un paso obvio y sencillo, son apreciaciones en las que hay que tener en cuenta múltiples factores. 

Un día haces clic y decides que vas a escribir tus historias sexuales en un blog, porque quieres compartirlas, porque en el fondo crees que merece la pena contarlas, porque aportas algo -o eso te gusta pensar-. Y con esa decisión que tomas como un hobby, como quien escribe sobre las recetas que mejor le salen, los DIY que hace, sus problemas, los libros que lee... te embarcas en un proyecto nuevo. Un proyecto que poco a poco, si has tenido mucha suerte, va dejando su huella y creando una comunidad, gente a la que le interesa lo que haces, lo que escribes, tus opiniones, gente que decide gastar parte de su tiempo con tu trabajo, contigo.

Poco a poco lo que era un hobby torna a algo más. Obviamente no es una profesión, no ganas ni para pagar una muestra de lubricante, pero joder, qué ilusión te hace cada vez que alguien comenta tu contenido.

Puedes quedarte ahí, disfrutando de ese par de comentarios que aparecen esporádicamente, en el fondo es un hobby, ¿no? Pero que, como muchas otras cosas, cuando empiezas a ver que de alguna forma a alguien le importa lo que haces, y tú disfrutas cada vez más con ello, te planteas dedicarle más horas, pulir la estética, crear un estilo que te represente, dedicarte a mejorar el contenido, dar a conocer tu trabajo allá donde puedas (y te atrevas)... La necesidad de mejorar, de crecer, de conseguir más, de dar otro paso. La ambición.

Esa que en ocasiones nubla la vista y puede hacerte pensar que tu triunfo o repercusión va en detrimento de la de los demás, 'cuanta más gente me vea a mí, menos verá a X persona', 'si publicito X persona/cosa la gente me abandonarán/verán menos'... Quítate tú para ponerme yo que diríamos, porque hay un momento en el que no puedes evitar pensar que alguien te va a quitar esa comunidad que, aunque pequeña, crece poco a poco, y lo crees porque te das cuenta de tus carencias, de tus inseguridades. Todo es una amenaza que perturbará la paz de tu burbuja en la que eres lo más, no existe competencia y nadie quiere leer nada si no lo has escrito tú. Pero... ¡pof!

La burbuja se rompe y tienes tres opciones: seguir como antes e ignorar que la burbuja ha estallado; ir de perdonavidas creyéndote mejor que nadie; o aprender de la gente que te rodea, mejorar cuanto puedas, creer en ti, y abrirte a los demás.

Independientemente de que quieras que tu hobby siga siendo un hobby, o de si te gustaría que fuera algo más, el paso más razonable es la tercera. No lo sabes todo, nadie lo sabe todo, debes aprender de cuanto te rodea, informarte, formarte, innovar, ofrecer tu toque personal, creer en lo que eres capaz de lograr si te lo propones, hacer que quien te lea, quien te siga, lo haga porque gusta de lo que ofreces. El mundo es grande, no puedes aislarte.

Imagen de Sextories

Si dejas que pase, que tu burbuja se abra al mundo, esa comunidad pequeña de pronto parece crecer, se comenta y comparte tu contenido habitualmente, tu correo recibe mails de gente que quiere colaborar contigo, que quiere contarte sus historias e incluso a veces sus problemas con el sexo porque buscan alguien que escuche y han creído que tú eres esa persona que necesitan, gente que simplemente quiere conocerte más allá de tus palabras en un blog o debatir más en profundidad algo que has tratado... 

Y de alguna manera, al exponerte al entorno, has crecido. La ilusión, el orgullo que sientes por tu trabajo, la alegría que te dan esos comentarios, esos mails, esas propuestas... Se te queda cara de gilipollas y te emocionas como si fuera navidad y tuvieras 6 años.

La ambición sigue ahí, pero te das cuenta de que tu éxito no depende del fracaso de otras personas, sino de tu trabajo duro. Esa competencia es real, pero dejas de verla como algo negativo, algo contra lo que luchar, para empezar a percibir las posibilidades que ofrece. La competencia te anima a mejorar, a crecer. Descubres que lo que antes veías como un obstáculo puede ser lo que te ayude a lograr tus objetivos, no ignorándolo y pisando cabezas, sino aprendiendo y creando alianzas.

Colaborar con otra gente que hace lo mismo que tú, con intereses y metas similares, hace que tu propio proyecto se vea beneficiado, se crea una relación simbiótica que a su vez propicia grandes experiencias. Experiencias que te acercan a tus metas, que te descubren a otra gente, que incita nuevas experiencias, que... Se convierte en una bola de nieve que avanza con esfuerzo, constancia y ayuda.

Y tu pequeño proyecto, ese que empezaste como un hobby, como una válvula de escape, toma más protagonismo en tu vida, empiezan a difuminarse los límites, te abres, descubres, conoces, y acabas haciendo eso que no pensabas que ocurriría, como escribir post patrocinados, colaborar con tiendas, probar productos, escribir un libro, asistir de invitada a un evento...

Tu mundo ha cambiado, y tú con él. La burbuja deja de ser tu ecosistema y abandonas tu zona de confort, pero descubres que fuera el aire es mejor y pasan cosas más interesantes.

Por ello doy gracias a mi competencia, por hacer que me enfrente a retos, por animarme a participar más, por hacerme mejorar, por aportarme tantísimas cosas, por formar parte de mi nuevo mundo, por las conversaciones, las risas y las colaboraciones. Gracias.

No es que no puedas, es que es mejor si lo compartes...